Y como soy un poco buena y ella me dio permiso se los comparto. "Entre nos", está muy bueno, debería seguir escribiendo esta señora.
Perro valicero te mecía el agua
Alquilo rancho para dos
- ¿Tiene parrillero?
- Este no, pero funciona bien la cocina.
Nos miramos y sabíamos que esa no era…
- Bueno, gracias, cualquier cosa volvemos.
- A las órdenes.
Gatuzo, corvina, pescadilla era el botín con el que venían aquellos barquitos naranjas de los pescadores artesanales. Cada vez menos… diez de cada ejemplar. Razones, dos.
El año pasado nos dijeron que los grandes barcos brasileros interceptaban el cardumen y arrasaban con él. Este año, que la gran colonia de lobos marinos de la isla La Deseada se alimentaba de estas especies.
Tres horas bajo el rayo del sol, de este sol que pega más, buscando dónde parar. Partidos al medio, mucho calor, las mochilas pesaban demasiado. Los hombros, las narices y los pies daban cuenta de esta búsqueda.
Valizas es el rinconcito arenoso de Uruguay. Ahí, donde están los médanos, donde se une el río con el mar, donde los perros no duermen. No es pa´ cualquiera, se pone difícil el invierno. Aprovechamos el verano con el turismo porque después…
Las mujeres se ocupan de alquilar las casas y los hombres de la pesca. Ellas se comunican, van y vienen con las bicis, que nadie se quede sin rancho. Con luz o sin luz, con agua o sin ella, de pozo o de red, con parrillero o no. Opciones miles. Nosotros, la más económica y con parrillero para darle fin a la corvina.
Cuando el cansancio asomaba, apareció. Linda, simple, verde, muy verde. Ahí nos quedamos, nosotros, las ranas y los sapos. Y ellos también. Uno de gran porte, elegante al caminar, pensante. El otro, moreno, ágil, el viento dialogaba con él, parecía importarle poco lo que pasaba a su alrededor.
El primero se llamaba Fidel, el segundo quién sabe. Siempre estaban, en la playa de día, por la noche mezclándose entre tambores, candombe y estrellas. Incansables.
Flores blancas, así las quería ella. Todos realizaban pedidos, novios no porque es muy celosa y no los concede decían las mujeres solteras de la zona que seguramente ya los habían pedido…. El deseo era único: abundante pesca para la temporada. Era la noche de Iemanjá, la diosa del mar. Era su noche. Hoy procesión desde el centro de la plaza hasta el mar decían los carteles pegados en todos los comercios.
Talones hundiéndose en la arena húmeda, un pie arriba de otro ajeno, cámaras en alto, flashes que cegaban la noche y patas que dejaban huella. Los dos perros juguetones miraban la escena.
El agua fría nos indicaba que era el momento de bajar la balsa que transportaba a la diosa y empujarla con fuerza hacia el centro del mar. Cuatro espaldas morenas luchaban para que las olas no regresen la balsa a la orilla. Cuentan que si la balsa vuelve, poco habrá para pescar el año próximo.
Cuando el rito terminó todos volvimos. Dos sombras peludas comenzaron a correr y se perdieron en el mar oscuro.
A la mañana siguiente, cuando los primeros rayos asomaban y algunas parejas contemplaban el amanecer, un grupo de lugareños miraba asombrado a los perros –Fidel y su amigo– custodiar los restos de la balsa hundidos en la arena. Tiritando, celosos de su presa de madera, los perros valiceros decidieron que esta temporada continúe la ausencia de peces en la costa de Valizas.
Karina A. Pereyra
Alquilo rancho para dos
- ¿Tiene parrillero?
- Este no, pero funciona bien la cocina.
Nos miramos y sabíamos que esa no era…
- Bueno, gracias, cualquier cosa volvemos.
- A las órdenes.
Gatuzo, corvina, pescadilla era el botín con el que venían aquellos barquitos naranjas de los pescadores artesanales. Cada vez menos… diez de cada ejemplar. Razones, dos.
El año pasado nos dijeron que los grandes barcos brasileros interceptaban el cardumen y arrasaban con él. Este año, que la gran colonia de lobos marinos de la isla La Deseada se alimentaba de estas especies.
Tres horas bajo el rayo del sol, de este sol que pega más, buscando dónde parar. Partidos al medio, mucho calor, las mochilas pesaban demasiado. Los hombros, las narices y los pies daban cuenta de esta búsqueda.
Valizas es el rinconcito arenoso de Uruguay. Ahí, donde están los médanos, donde se une el río con el mar, donde los perros no duermen. No es pa´ cualquiera, se pone difícil el invierno. Aprovechamos el verano con el turismo porque después…
Las mujeres se ocupan de alquilar las casas y los hombres de la pesca. Ellas se comunican, van y vienen con las bicis, que nadie se quede sin rancho. Con luz o sin luz, con agua o sin ella, de pozo o de red, con parrillero o no. Opciones miles. Nosotros, la más económica y con parrillero para darle fin a la corvina.
Cuando el cansancio asomaba, apareció. Linda, simple, verde, muy verde. Ahí nos quedamos, nosotros, las ranas y los sapos. Y ellos también. Uno de gran porte, elegante al caminar, pensante. El otro, moreno, ágil, el viento dialogaba con él, parecía importarle poco lo que pasaba a su alrededor.
El primero se llamaba Fidel, el segundo quién sabe. Siempre estaban, en la playa de día, por la noche mezclándose entre tambores, candombe y estrellas. Incansables.
Flores blancas, así las quería ella. Todos realizaban pedidos, novios no porque es muy celosa y no los concede decían las mujeres solteras de la zona que seguramente ya los habían pedido…. El deseo era único: abundante pesca para la temporada. Era la noche de Iemanjá, la diosa del mar. Era su noche. Hoy procesión desde el centro de la plaza hasta el mar decían los carteles pegados en todos los comercios.
Talones hundiéndose en la arena húmeda, un pie arriba de otro ajeno, cámaras en alto, flashes que cegaban la noche y patas que dejaban huella. Los dos perros juguetones miraban la escena.
El agua fría nos indicaba que era el momento de bajar la balsa que transportaba a la diosa y empujarla con fuerza hacia el centro del mar. Cuatro espaldas morenas luchaban para que las olas no regresen la balsa a la orilla. Cuentan que si la balsa vuelve, poco habrá para pescar el año próximo.
Cuando el rito terminó todos volvimos. Dos sombras peludas comenzaron a correr y se perdieron en el mar oscuro.
A la mañana siguiente, cuando los primeros rayos asomaban y algunas parejas contemplaban el amanecer, un grupo de lugareños miraba asombrado a los perros –Fidel y su amigo– custodiar los restos de la balsa hundidos en la arena. Tiritando, celosos de su presa de madera, los perros valiceros decidieron que esta temporada continúe la ausencia de peces en la costa de Valizas.
Karina A. Pereyra
3 comentarios:
Sí, muy lindo un beso grande a Kari.
¡Qué lindo escribe Kari!Al leerlo me fui a la procesión de la virgen de los pescadores, en Bombinhas, donde pasé una de mis mejores vacaciones. Subimos a los botes cantando y arrojábamos flores al mar. Besos a las dos!!
me gustó mucho el cuento. mandale saludos a Karina.
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