22 de mayo de 2008

Si no te hubieras ido

Quñe linda está esta canción!!!!!

La canción de la mamá

Me lo pasó Coni!!!! Esta genial, escuchen hijos todo lo que decimos las madres!!!!!!!!!

17 de mayo de 2008

Feria del libro

Fuimos a la Feria, me acompañó Ani, le encanta, me gusta el olor a libro dice. No teníamos mucha plata pero algo compramos igual.
Yo encontré muy barato y con descuento "Bocas del tiempo" de Eduardo Galeano y no puedo parar de leerlo y volver las hojas atrás una y otra vez, ¿por qué me pasará esto con este hombre?

El padre
Vera faltó a la escuela. Se quedó todo el día encerrada en casa. Al anochecer, escribió una carta a su padre. El padre de Vera estaba muy enfermo, en el hospital. Ella escribió: -Te digo que te quieras, que te cuides, que te protejas, que te mimes, que te sientas, que te ames, que te disfrutes. Te digo que te quiero, te cuido, te protejo, te mimo, te siento, te amo, te disfruto.
Héctor Carnevale duró unos días más. Después, con la carta de su hija bajo la almohada, se fue en el sueño. para atrás pra leer otra vez.

Mano de obra
Mohamed Ashraf no va a la escuela.
Desde que sale el sol hasta que asoma la luna, él corta, recorta, perfora, arma y cose pelotas de futbol, que salen rodando de la aldea paquistaní de Umar Kot hacia los estadios del mundo.
Mohammed tiene once años. Hace esto desde los cinco.
Si supiera leer, y leer en inglés, podría entender la inscripción que él pega en cada una de sus obras: Esta pelota no ha sido fabricada por niños.

La cerveza
Este elixir conduce a la perdición. A la perdición de los caracoles. Cuando oscurece, ellos salen de sus escondrijos y a ritmo de caracol avanzan dispuestos a devorar la carne verde de las plantas.
En medio de la huerta, un vaso de cerveza monta guardia. Es una tentación irresistible. Llamados por el aroma, los caracoles trepan a lo alto del vaso. Desde el filo del abismo, se asoman a la sabrosa espuma y cuesta abajo resbalan, dejándose caer. Y en la mar de cerveza, borrachitos, felices, se ahogan.

El zapatito de Cecinicienta....

Ani perdió un zapato en la calle. No, esperen, era el zapato del cole que iba en una bolsa porque se iban a dormir a la casa del papá, no lo llevaba puesto.
El tema es que atrás de zapatito debía aparecer el príncipe azul para proponerle una vida de perdices y felicidad pero no, por más que esperamos un par de días ese hombre en corcel blanco no llegó, ni siquiera apareció el zapato. Con la más absoluta tristeza tuvo que salir a comprarse un par otra vez. Cheeeeeeeee!!!! mamá!!!!! ¿Será mentira lo de Cenicienta?, no hijita te juro que los príncipes existen. Ah, bueno, entonces sigo esperando como vos que te estás haciendo vieja mientras. ¿Le tendré que decir la verdad? Jajajajajjaajajajajajjaajaa!!!!!!!!!!!!!! ¿O es ella la quiere avivarme? ¡Qué mocosa de porquería!

2 de mayo de 2008

Perro valicero...

Lo escribió mi hermanita del alma, Kari, para un concurso que hacía Metrovías, eran miles y miles de textos y ella sacó una mención especial, pero lo más importante de todo es que me lo dio para que yo lo leyera y me encantooooooooooooooooooooooooooooó!!!!!

Y como soy un poco buena y ella me dio permiso se los comparto. "Entre nos", está muy bueno, debería seguir escribiendo esta señora.


Perro valicero te mecía el agua

Alquilo rancho para dos
- ¿Tiene parrillero?
- Este no, pero funciona bien la cocina.
Nos miramos y sabíamos que esa no era…
- Bueno, gracias, cualquier cosa volvemos.
- A las órdenes.
Gatuzo, corvina, pescadilla era el botín con el que venían aquellos barquitos naranjas de los pescadores artesanales. Cada vez menos… diez de cada ejemplar. Razones, dos.
El año pasado nos dijeron que los grandes barcos brasileros interceptaban el cardumen y arrasaban con él. Este año, que la gran colonia de lobos marinos de la isla La Deseada se alimentaba de estas especies.
Tres horas bajo el rayo del sol, de este sol que pega más, buscando dónde parar. Partidos al medio, mucho calor, las mochilas pesaban demasiado. Los hombros, las narices y los pies daban cuenta de esta búsqueda.
Valizas es el rinconcito arenoso de Uruguay. Ahí, donde están los médanos, donde se une el río con el mar, donde los perros no duermen. No es pa´ cualquiera, se pone difícil el invierno. Aprovechamos el verano con el turismo porque después…
Las mujeres se ocupan de alquilar las casas y los hombres de la pesca. Ellas se comunican, van y vienen con las bicis, que nadie se quede sin rancho. Con luz o sin luz, con agua o sin ella, de pozo o de red, con parrillero o no. Opciones miles. Nosotros, la más económica y con parrillero para darle fin a la corvina.
Cuando el cansancio asomaba, apareció. Linda, simple, verde, muy verde. Ahí nos quedamos, nosotros, las ranas y los sapos. Y ellos también. Uno de gran porte, elegante al caminar, pensante. El otro, moreno, ágil, el viento dialogaba con él, parecía importarle poco lo que pasaba a su alrededor.
El primero se llamaba Fidel, el segundo quién sabe. Siempre estaban, en la playa de día, por la noche mezclándose entre tambores, candombe y estrellas. Incansables.

Flores blancas, así las quería ella. Todos realizaban pedidos, novios no porque es muy celosa y no los concede decían las mujeres solteras de la zona que seguramente ya los habían pedido…. El deseo era único: abundante pesca para la temporada. Era la noche de Iemanjá, la diosa del mar. Era su noche. Hoy procesión desde el centro de la plaza hasta el mar decían los carteles pegados en todos los comercios.
Talones hundiéndose en la arena húmeda, un pie arriba de otro ajeno, cámaras en alto, flashes que cegaban la noche y patas que dejaban huella. Los dos perros juguetones miraban la escena.
El agua fría nos indicaba que era el momento de bajar la balsa que transportaba a la diosa y empujarla con fuerza hacia el centro del mar. Cuatro espaldas morenas luchaban para que las olas no regresen la balsa a la orilla. Cuentan que si la balsa vuelve, poco habrá para pescar el año próximo.
Cuando el rito terminó todos volvimos. Dos sombras peludas comenzaron a correr y se perdieron en el mar oscuro.
A la mañana siguiente, cuando los primeros rayos asomaban y algunas parejas contemplaban el amanecer, un grupo de lugareños miraba asombrado a los perros –Fidel y su amigo– custodiar los restos de la balsa hundidos en la arena. Tiritando, celosos de su presa de madera, los perros valiceros decidieron que esta temporada continúe la ausencia de peces en la costa de Valizas.

Karina A. Pereyra