28 de noviembre de 2006

Palabras


La casa de las palabras.

A la casa de las palabras, soñó Helena Villagra, acudían los poetas. Las palabras, guardadas en viejos frascos de cristal esperaban a los poetas y se les ofrecían, locas de ganas de ser elegidas: ellas rogaban a los poetas que las miraran, que las olieran, que las tocaran, que las lamieran.
Los poetas abrían los frascos, probaban palabras con el dedo y entonces se relamían o fruncían la nariz. Los poetas andaban en busca de palabras que no conocían, y también buscaban palabras que conocían y habían perdido.
En la casa de las palabras había una mesa de colores. En grandes fuentes se ofrecían los colores y cada poeta se servía del color que le hacía falta: amarillo limón o amarillo sol, azul de mar o de humo, rojo lacre, rojo sangre, rojo vino...

Eduardo Galeano. El libro de los abrazos.

Maravillosas palabras que nos permiten pensar, decir, ser, amar, odiar, enojarnos. Maravillosas palabras que este mundo se empeña en achicar, en empobrecer, en robar. Maravillosas palabras que deberían brotar sin esfuerzo...


17 de noviembre de 2006

Como siempre imperdible, mi querido Mex......

El lector de otro mundo

Ana María y Héctor

El mundo era el mundo, tal cual uno lo conoce. Era el martes 7 de noviembre de 2007. En un tribunal oral de Esquel, Chubut, acababa de declarar el primer testigo en el caso del crimen de un joven de 27 años, Mariano Drew, hijo de Ana María Suárez, docente, presente en el juicio. En el banquillo de los acusados estaba Héctor Fabián Chávez, un chico de 25 años que se crió sin su madre, que sufrió tempranos abusos sexuales, que estuvo internado en varios institutos de menores, que es adicto al alcohol, que reconoció en el juicio haber matado al hijo de Ana María.
El mundo era el mundo, tal cual uno lo conoce. Pero entonces ocurrió. Ocurrió que el martes 7 de noviembre de 2007 el mundo fue, por unos minutos, otro mundo. Otro mundo. Quien sabe si uno mejor o peor, si más justo o menos justo, si más ejemplar o menos ejemplar, pero el mundo fue en un momento del martes 7 de noviembre de 2007, otro mundo. Y fue cuando Ana María Suárez se levantó de su silla y se acercó al acusado, Héctor. Y le dijo lo que le dijo. Le dijo que lo perdonaba. Le dijo que no quería que sufriera. Le dijo que en esta tierra hay mucha violencia y que él fue víctima de esa violencia desde que nació. Le dijo otras cosas, le regaló un rosario, para que lo acompañara toda la vida, y después no dijo nada más.
Entonces los dos, ella y él, se abrazaron. Y los dos, ella y él, abrazados, se pusieron a llorar. Desconsoladamente. Ana María y Héctor. Mientras, los jueces los miraban como quien mira algo que parece de otro mundo. Mientras, en la sala colmada de público sólo se oía un silencio de otro mundo. Mientras, un fotógrafo tomaba una foto de algo que nunca pasa en este mundo. El mundo fue efectivamente otro mundo por unos minutos. Otro mundo. Quién sabe si uno mejor o peor, si más justo o menos justo, si más ejemplar o menos ejemplar, pero el mundo fue, en un momento del martes 7 de noviembre de 2007, otro mundo. Y después de unos minutos el mundo volvió a ser el mundo.
El hijo que tanto amaba Ana María no volverá a estar vivo, el acusado Héctor Fabián Chávez pasará nueve años en la cárcel, según acaba de dictaminar el tribunal. El mundo volvió a ser el mundo, la tierra a la que hizo referencia Ana María, en la que hay mucha violencia, y hay secretas víctimas que la padecen desde que nacen, que a veces se convierten en victimarias y a veces no. Y así seguirá siendo, hasta que este mundo sea otro mundo no por un instante, sino todo el tiempo.
Mientras, sólo queda el recuerdo de cuando el mundo fue unos minutos otro mundo, el día que Ana María Suárez abrazó al chico que mató a su hijo.

2 de noviembre de 2006

"Sólo falta que liberen a la víctima"

León Gieco quedó sobreseído de la causa abierta por apología del delito con su tema "Santa Tejerina". Viva la libertad de expresión en un país democrático.
El violador está libre y además se dio el lujo de iniciar el juicio contra Gieco.
¿La víctima? ¡¡¡¡PRESA!!!!
Cuándo entenderemos en esta sociedad que ser joven no es delito, que llevar una mini y un escote no es delito, que bailar no es delito, que ser linda no es delito, que divertirse no es delito, que nadie puede obligarnos a nada, que nadie puede abusar de nosotros, que debemos poder movernos en la vida sin miedo. Y que si lo peor ocurre, que si lo más vergonzoso pasa, que si lo más humillante llega tenemos derecho a que nos cuiden, tenemos derecho a elegir, tenemos derecho a que la vida siga el mismo curso que queríamos. Entenderán alguna vez que esta chica es una víctima, víctima de este h de p. víctima de esta sociedad, víctima de una educación insuficiente que hemos instalado en este país.
Romina Tejerina sólo puedo comprenderte y saber que el dolor ya es demasiado grande y que si tenés alguna cuenta que pagar con lo que te pasó es más que suficiente. Yo también exijo tu libertad.
(Excelente nota la del sábado 28 en Página 12)

Santa Tejerina

En sus ojos la mirada de un secreto sin amor
y el final es un camino con las heridas de todos
que se lavarán con su bendición.
Santa Tejerina tiene la risa escondida en el medio del alma
a veces, de pronto, deja para el que ve sus huellas
su perfume a comunión.
Vamos a bailar que yo ya te perdoné
aunque nos quemen en la hoguera como fue una vez.
Santa Tejerina es amiga de los que creen en el ángel salvador,
en ese que está siempre en un lugar presente
para que no pase lo peor.
Vamos a bailar que yo ya te perdoné
aunque nos quemen en la hoguera como fue una vez.
Santa Tejerina es la santa preferida de los que piden perdón
es una santa desconocida recién aparecida,
según la gente pecó matando al hijo presa de un castigo,
del maltrato y de una violación
creyendo así conseguir toda la libertad.
Santa Tejerina, santa de la justicia quiere salir a volar.
De las rejas negras, de muros y cadenas rápido se quiere soltar.
Vamos a bailar que yo ya te perdoné
aunque nos quemen en la hoguera como fue una vez.
Santa Tejerina es la que sana los días de la perpetua reclusión
de los que siempre pagan para que otros hagan de una vida un gran dolor.
Vamos a bailar que yo ya te perdoné
aunque nos quemen en la hoguera como fue una vez.
Santa Tejerina es la santa preferida de los que piden perdón.
(Letra: León Gieco - Música: Luis Gurevich)