20 de octubre de 2006

"El hombre sin cabeza"

Así se titula esta maravillosa nota de Mex Urtizberea en La Nación de hoy.En un mundo que nos despoja del poder de la palabra el único vehículo posible para desalojar la fuerza de las pasiones es la violencia.Privados de la posibilidad de la palabra estamos virtualmente castrados. La palabra es el puente más efectivo entre nosotros y la realidad, entre nosotros y los otros. Cuantas menos palabras poseemos, más ataráxicos, apáticos e indeferentes nos volvemos; la violencia física es entonces la expresión más común de la castración verbal.



El hombre con más cuerpo que cabeza, usa el cuerpo en lugar de la cabeza.
Si no le gusta alguien, lo agrede físicamente.
Si no está de acuerdo con los otros, los trompea.
Si no son de su bando, los golpea.
Si quiere demostrar algo, lo demuestra a las piñas.
Si está eufórico, termina a las trompadas.
Si está amargado, termina a las trompadas.
Si está aburrido, termina a las trompadas.
Si está alegre, termina a las trompadas.
El hombre con más cuerpo que cabeza por cualquier cosa hecha mano al cuerpo, para lastimar el cuerpo de los otros. Y no se lo encuentra en un solo lugar, ni pertenece a un único sector social: a veces, tiene estudios completos; a veces, no; a veces, es pobre; a veces, rico.
Si está en un boliche top de Olivos, a la salida termina desfigurándole la cara a alguien.
Si está en una plaza del elegante barrio de Belgrano, arremete en grupo contra el que no le gusta, y lo muele a patadas.
Si está en una quinta de San Vicente, para qué describirlo.
Si sale malhumorado de una cancha de fútbol, destroza el cuerpo de un hincha contrario, cuando logra cruzárselo.
Si está en su casa y se contraría, ligan una paliza sus hijos, o su mujer.
El hombre con más cuerpo que cabeza no puede pensar más que en usar el cuerpo para lograr lo que quiere, o lo usa por encargo; o por deporte, por dinero, por diversión. Y en muchos casos no es quien pone el cuerpo, sino que manda a otros hombres, también con más cuerpo que cabeza, para que lo hagan por él: poner el cuerpo y poner un golpe, poner el ojo y poner la bala, poner violencia para imponer a distancia su idea de hombre sin cabeza. Para el hombre con más cuerpo que cabeza, el cuerpo es la medida de todas las cosas.
Si se dan más golpes, son más medallas.
Si se provocan más heridas, son más trofeos. Si mayor es la intimidación física que se ejerce, mayor es el respeto.
Si más violencia, más ganancia.
Para el hombre con más cuerpo que cabeza, se es más hombre cuanta mayor sea la brutalidad física (el hombre, cuánto más oso, más hermoso), cuanto mejor colocada la piña, cuanto más se haya conseguido dominar el cuerpo de los otros. De algún lado habrá aprendido el lenguaje de los golpes, por algún capricho de la Historia y de la cultura se le ha permitido al hombre que use el cuerpo para arremeter contra otros cuerpos, incluso hace siglos que se lo estimula para esto, en nombre de la grandeza: que desarrolle su fuerza física no a la par de desarrollar su cabeza, y que la use cuando guste, o por encargo o por diversión o porque está nervioso o eufórico o contrariado.
El hombre con más cuerpo que cabeza puede estar en los barrios, en el Poder, en los cuarteles, en los sindicatos, en los clubes de golf; no se lo encuentra en un solo lugar, ni pertenece a un único sector social; siempre dispuesto a imponer a los golpes sus ideas de hombre sin cabeza.

No hay comentarios.: